jueves, 19 de enero de 2012

.::PENSAR LA GUERRA. Fragmentos del ensayo "Pensar la Guerra" de UMBERTO ECO publicados en el libro "Cinco escritos Morales"


2.- La guerra ya no se produce entre dos frentes separados. El escándalo de los periodistas norteamericanos en Bagdad es igual al escándalo, de dimensiones mucho mayores, de millones y millones de musulmanes filoiraquíes que viven en los países de la alianza antiiraquí. En las guerras de antaño, los potenciales enemigos eran internados (masacrados); a un compatriota que, desde el territorio enemigo, hablara de las razones del adversario, al final de la guerra se lo ahorcaba. Pero la guerra ya no puede ser frontal a causa de la naturaleza misma del capitalismo multinacional. Que Irak haya sido armado por las industrias occidentales no es un accidente. Está en la lógica del capitalismo maduro, que elude el control de los estados individuales. Cuando el gobierno norteamericano considera que las compañías de televisión hacen el juego al enemigo, aún cree que se encuentra ante un complot de los intelectualoides filocomunistas; simétricamente, las compañías de televisión creen que están encarnando la figura heroica de Humphrey Bogart, que hace escuchar por teléfono el ruido de las rotativas al gángster violento y sin escrúpulos, diciendo: "Es la prensa, amigo mío, y tú no podrás detenerla." Pero está en la lógica de la industria de la noticia vender noticias, a ser posible dramáticas. No es que los medios de comunicación de masas se nieguen a tocar el clarín en la guerra: sencillamente son una pianola que ejecuta una música transcrita anteriormente sobre su rodillo. De esta manera, ahora, en la guerra, cualquiera tiene al enemigo en la retaguardia, cosa que ningún Clausewitz habría podido aceptar.

3.- Incluso si se amordazara a los medios de comunicación, las nuevas tecnologías de la comunicación permitirían flujos de información imposibles de atajar. Tampoco un dictador puede bloquearlos, porque utilizan infraestructuras tecnológicas mínimas a las que ni tan siquiera el dictador mismo puede renunciar. Este flujo de información desempeña la función que en las guerras tradicionales desempeñaban los servicios secretos: neutraliza cualquier acción de sorpresa y no es posible una guerra en la que no se pueda sorprender al adversario. La guerra produce una inteligencia generalizada con el enemigo. Pero la información hace más: da continuamente la palabra al adversario (mientras que la finalidad de toda política bélica es bloquear la propaganda adversaria) y desmoraliza  los ciudadanos de ambas partes con respecto a su propio gobierno (mientras que Clausewitz recordaba que es condición de la victoria la cohesión moral de los combatientes). Todas las guerras del pasado se basaban en el principio de que los ciudadanos, creyéndolas justas, estarían ansiosos por destruir al enemigo. Ahora, en cambio, la información, no sólo hace vacilar la fe de los ciudadanos, sino que los hace vulnerables ante la muerte de los enemigos: ya no es un acontecimiento lejano e impreciso, sino una evidencia visual insostenible.

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